jueves, 4 de agosto de 2011

Parte 22

...no sabíamos nada de eso - se excusó Sckaifer.
-Pero sí sabían que no podían cruzar de día, ¿no es así? - respondió el león mientras el pequeño león blanco se alejaba como le había pedido.
- Eh... - comenzó a decir Sckaifer - pues...sí. - Dijo con la mirada hacia el suelo. En verdad le apenaba haber roto las reglas y haber quebrantado un supuesto tratado muy importante y de antaño.
- Veo arrepentimiento en tu rostro, joven humano - dijo el gran león. - Pero no es suficiente con decir "lo siento". Además, no veo el mismo arrepentimiento en tus compañeros - continuó, al mismo tiempo que pasaba su mirada acusadora por los demás.
- Oigan - susurró Aurinko a Eld, Brann y Wasser. - Creo que esto se pondrá un poco feo.
- Esto no es un juego, pequeña humana - dijo el gran león, habiendo escuchado lo que dijo Aurinko, aunque ella creía que había susurrado lo suficientemente bajo. - Esto amerita un juicio. Nosotros no nos tomamos las cosas tan a la ligera con este tipo de situaciones. Si los dejamos ir así como así, esto puede volver a repetirse y no pienso dejar que eso pase.
Algunos leones se habían acercado a ver lo que sucedía y ahora estaban casi completamente rodeados por ellos.
El león le pidió a otro león un poco más pequeño que llamara a los Leones de Plata. Y de inmediato salió corriendo en su busca.
-¿Los Leones de Plata? - inquirió Sckaifer un poco temeroso.
- Somos los que dirigimos este lugar. Cada uno tiene asignada una zona pero para ocasiones como ésta, entre todos debemos tomar una decisión.
- Entonces, ¿tu eres...digo... usted es uno de los leones de plata? - preguntó Aurinko.
- Así es - respondió el gran león, un poco enojado. - Mi nombre es Krieger, y soy el jefe de la región del oeste. - Les dijo el león levantando un poco más su cabeza e inflando el pecho para verse aún más imponente. Y lo logró.
Aurinko había pensado en salir corriendo de ahí, pero al ver detenidamente al gran león que tenía enfrente y a todos los demás que estaban al rededor de ellos, lo pensó mejor...
No tardaron demasiado en llegar los Leones de Plata y pronto se hizo un gran circulo de leones curiosos al rededor de nuestros viajeros.
Los Leones de Plata eran 4 en total. Todos eran tan grandes o incluso más que Krieger. El león que se veía más viejo, pero no por eso menos poderoso e intimidante, resultó ser el jefe principal. Él dirigía la región del sur de la montaña; se llamaba Löwe.
Sin embargo, a pesar de que era intimidante, en su voz se podía sentir un dejo de serenidad y sensatez, algo que tranquilizó un poco a los viajeros.
Después de que Krieger les hubiera informado a los demás Leones de Plata lo sucedido, éstos se pusieron a discutir sobre qué harían con los intrusos. Mientras tanto, Löwe no dejaba de lanzarles miradas a nuestros viajeros. Pero eran miradas un poco estoicas; ninguno de los 5 viajeros podían adivinar qué estaba pensando aquél león.
Poco después de eso, los Leones de Plata terminaron de hablar y se dirigieron a nuestros viajeros. Löwe habló primero:
- Krieger ya me habló sobre ustedes, pero quisiera saber su historia con sus propias palabras.
La voz de Löwe iba perfectamente con su apariencia, era una voz grave y profunda. Tal vez un poco gutural.
Sckaifer le contó sobre cómo habían llegado ahí y dió una versión un poco confusa del porqué decidieron cruzar la barrera a pesar de saber que no debían hacerlo. Él sabía que algo malo les esperaba... no tenían una buena razón para haberlo hecho y ahora temía a las consecuencias.
Después de varias explicaciones e intentos de disculpa Sckaifer terminó de hablar y se quedó esperando el veredicto de los Leones. Su frente sudaba.
En eso, vino de la nada una corriente de aire formando un remolino pequeño pero muy fuerte que levantó muchísimo polvo e hizo que todos se distrajeran. Aurinko aprovechó para gritarle a Sckaifer, Wasser, Brann y Eld que corrieran hacia donde ella iba.
Como pudieron evadieron a unos cuantos leones y se salieron del  circulo donde estaban encerrados. Sckaifer no tuvo tiempo de pensar en si era lo más conveniente o no. Corría lo más rápido que podía detrás de Aurinko, quien parecía que no hacía caso a la fricción y corría a una velocidad impresionante.

Pensaban que ya lo habían logrado... pero Krieger y otros leones no tuvieron mucho problema en alcanzarlos una vez que el remolino de polvo se hubo disipado un poco. Esta vez los leones no fueron nada amables, se abalanzaron ferozmente sobre de ellos y los sostuvieron con sus enormes garras. "Lo bueno fue que no sacaron las uñas" pensó Sckaifer, que en realidad estaba asustado.
-¡Tratamos de hacerlo por las buenas! - rugió Krieger - Pero si así lo quieren... irán a la cueva del llanto de la luna.
"¡Qué bonito nombre!" pensó Eld, pero de inmediato recordó que es lugar no podría ser tan bonito como quisiera. Los leones los llevaron, en efecto, a una cueva que estaba a un poco menos que un kilometro de donde los habían capturado. Era más bien un agujero que se hundía en la montaña con una inclinación de unos 60 grados. Parecía un tobogán pero mucho más oscuro, pedregoso y húmedo. No era muy grande pero si había suficiente espacio para todos, aunque se tuvieran que sentar en la roca rugosa y mojada que era el piso.
- Me los comería ahora mismo - les bramó Krieger desde la entrada de la cueva, donde otros leones ya estaban poniendo una malla hecha con gruesas ramas de árboles para encerrar a los prisioneros - pero a diferencia de ustedes, yo sí respeto los pactos que hago. Y es parte del trato que no mataríamos a ningún humano por nada, a menos que ese humano matáse a uno de los nuestros.
Maldijo por lo bajo esa condición del tratado y se alejó de la entrada de la cueva.
- Me pregunto... - comenzó a decir Aurinko - ¿por qué se llama El llanto de la luna esta cueva?
- No lo sé - dijo Sckaifer - pero hay cosas que me preocupan mucho más.
Sentía una combinación de miedo, vergüenza, tristeza e imponencia por haber hecho lo que hizo y haber obtenido esas consecuencias. Nadie sabía qué harían con ellos los leones, pues no les explicaron nada más.
- ¿Y ahora qué haremos? - preguntó Brann con un dejo de enojo - ¿nos quedaremos aquí esperando?
Sckaifer no respondió y Aurinko solo dijo que no tenía ni idea. No faltaban muchas horas para que ya no hubiera sol, y ahí abajo en la cueva parecía aún más tarde.
Pasaron la siguiente hora discutiendo quién tenía la culpa y lo que hubieran hecho para no estar en esa cueva. Por supuesto, Aurinko se sentía muy apenada, pues se sentía culpable de haber empeorado la situación al hecharse a correr. Pero Eld y Wasser la tranquiliazon diciéndole que eso mismo hubieran hecho ellos (y era cierto). Y además se lamentaron por no haber ayudado más argumentando que fue tan inesperada esa carrera como el remolino de viento y polvo que no supieron qué hacer. Y ya que tocaron ese punto, se comenzaron a preguntar ¿de dónde vino ese remolino?
Brann decía muy poco, como si no quisiera meterse en el lío. Sckaifer no decía nada, los dejó hablar hasta que la noche estuvo en todo su esplendor y dijo:
-Oigan... - los demás voltearon. - Ya sé por qué se llama así esta cueva... miren.
Señaló hacia la abertura de la cueva y pudieron ver que el cielo ya estaba totalmente oscuro con excepción de las estrellas y una gran luna perfectamente llena que quedaba exactamente en la abertura del túnel. Mientras que por las paredes se filtraba un poco más de humedad y caía en forma de pequeñas gotitas cristalinas que refulgían con la luz de la luna y hacían parecer que la luna estaba llorando. Pero no era suficiente para preocuparse. Además, por el suelo se filtraba nuevamente y no había demasiado charco a sus pies.
-Ohh.... - exclamaron Wasser, Eld y Brann (aunque él no con tanto entusiasmo como los otros dos).
-La luna está llena... - dijo Eld, embelesada por lo que veía.
-Sí... - dijo Aurinko - y recuerden que tengo algo que contarles...

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