miércoles, 4 de julio de 2012

Parte 30



Sckaifer se quedó callado unos segundo y luego dijo

-Él me dijo... me lo pidió.

-¿Qué? - espetó Eld.

-Él me pidió que lo hiciera - respondió Sckaifer sentándose en una de las camas. - ¡¿Crees que fue fácil?! ¡¿Crees que perder a un amigo que acabamos de conocer hace unos minutos fue fácil?! ¡Y encima tu cometiendo esa imprudencia!

Eld no respondió, puso cara de indignada y se escondió debajo de las sábanas.

Sckaifer sabía que había sido muy agresivo, pero un dejo de orgullo no le permitió decir que lo sentía en ese momento. Además, seguía pensando que él tenía razón y eso le daba un poco de calma para seguir en ese estado.

Wasser y Brann decidieron no intervenir por el momento. Pero sí que lo comentaron entre ellos desde sus frasquitos. Surraron para que ni Sckaifer los pudiera oir.

El chico se quitó la gabardina y la dejó en una mesa que estaba en el centro de la habitación. Brann dijo al aire que no se preocuparan por ser atacados, ya que esa cueva no iba a permitirle a nadie más la entrada. Sckaifer no respondió, se recostó y cerró los ojos pero no intentó dormirse. Solo quería relajarse.

El silencio reinó en la habitación por un cuarto de hora hasta que Brann habló.

-¿Cuándo piensan partir hacia Oftword? No me gusta mucho la idea de quedarnos aquí por mucho tiempo. - Dijo Brann.

Sckaifer tenía curiosidad de por qué Brann conocía esa cueva pero su mente tenía demasiadas cosas como para querer concentrarse en ello en ese momento.

-¿Qué te dijo Fenidio? - preguntó por fin Eld, dirigiéndose a Sckaifer, al momento que se quitaba las sábanas de encima, sin darle importancia al hecho de que había estado en una cama de una habitación desconocida.

-Él se había dado cuenta de que nos seguían. Por eso me pidió que hiciera lo que hice.

Sckaifer no dijo nada más. Notó una alacena pequeña en el otro extremo de la habitación y fue a ver qué había dentro de ella. Solo halló algunas frutas no muy frescas, pero aceptables.

-Tenemos que comer un poco antes de continuar. - Dijo aún sin mucha emoción en su voz.

Eld no respondió nada y se limitó a comer un maracuyá. Sckaifer tomó un par de granadas.

Casi cuando terminaron de comer, Aurinko se despertó y se desperezó antes de levantarse para unirse a los demás. Le contaron lo sucedido y Sckaifer le pasó un manojo de uvas moradas. Ella tardó en aceptar la comida, pues estaba conmocionada por la noticia de Fenidio. Pero sabía que tenía que comer para continuar, sino, Fenidio hubiera muerto en vano.

-Díganme cuando esten listos para salir. - Dijo Sckaifer justo antes de señalar una puerta escondida al suroeste de la habitación.

-¡Listos! - dijeron Brann y Wasser. Eld solo dio un gemido que parecía de aprobación y caminó hacia la puerta junto con Aurinko. Al abrir la puerta se encontraron con un pasillo, lo suficientemente ancho como para que cupieran solo dos personas de tamaño promedio, que ascendía lentamente y daba vuelta hacia la derecha un par de metros más adelante. No tardaron en darse cuenta que el pasillo ascendía en forma de caracol. Un minuto después se toparon con una compuerta de hierro que no puso mucha resistencia para abrirse.




Poco fue el tiempo que les tomó llegar al mar de las libélulas. Estaba rodeado por el bosque, solo que los árboles no estaban tan juntos en esa zona aledañana al mar de las libélulas. El camino había estado gobernado por el silencio entre los viajeros. Pero a la primera mirada sobre el mar de las libelulas, el silencio encontró su fin.

-¡Wow! - gritó Wasser, a quien Sckaifer había sacado de su bolsillo junto con Brann.

Eld estaba igual o más sorprendida pero su combinación de enojo, frustración, indignación y tristeza no le permitieron expresarlo como normalmente lo haría. Incluso Sckaifer había quedado con la boca abierta al ver un mar que no esperaba ver. Aurinko no se guardó nada para sí misma y dio un grito de admiración. Esto invitó a Eld a dejar salir un poco la emoción que escondía. Pensaba que si Aurinko podía reponerse a lo que acababa de pasar, ella también podría.

Ante ellos se encontraba, no precisamente un mar de agua, sino una especie de acantilado muy ancho a mitad del bosque. Sus paredes estaban cubiertas de flores silvestres que despedian un olor delicioso. En el fondo había un lago color azul turquesa, brillante y hermoso. Su nombre lo recibía de lo que más asombró a todos, un banco inmenso de libélulas de todos los colores y tamaños, que volaban sin un rumbo aparente dentro del acantilado. Éste era mucho menos profundo que el anterior en el que habían estado, pero aún así era muy profundo. Era una escena digna de un sueño. El sol, ocultándose, se reflejaba sobre el cuerpo de las libélulas y creaba un sin fin de formas abstractas que embelesaron a nuestros viajeros. Por un instante olvidaron que debían encontrar la forma de cruzarlo. Su fin se alcanzaba a ver en el horizonte, pero aún así no querían tardar tanto ni gastar más energía.

Wasser y Brann soltaron más palabras de asombro ante aquella hermosa vista. Sckaifer solo asintió y pensó que Eld estaría dando brincos de emoción, pero no lo haría por cómo estaba. Eso lo entristeció.

Después de unos momentos, Sckaifer se percató de que a su derecha, a unos cuantos metros, se encontraba un pequeño y viejo muelle, en el cual estaba sentado un viejo de aspecto amigable. Traía un sombrero de paja, ropa gastada pero limpia y sostenía una caña de pescar que soltaba su hilo hacia el distante lago al fondo del acantilado.

-¡Eh, disculpe! - dijo Sckaifer, acercándose al muelle seguido de Eld y Aurinko.

El viejo dio un respringo y volteó hacia la voz que le había hablado, mostró una sonrisa y saludó amablemente.

-¿En qué puedo ayudarles? - dijo con una voz muy apacible.

-Me preguntaba si sabía de una manera rápida de cruzar el mar de libélulas.

-¡Ah! La manera más fácil es darle la vuelta. Pero supongo que quieren algo más rápido que eso.

-Si es posible, sí.

-Hmm... pues esa opción es la fácil pero tardada. La otra opción es la difícil pero posiblemente más rápida.

-¿Cómo? - dijo Sckaifer impaciente.

-El problema es que no estoy seguro. Solo sé que las libélulas te pueden ayudar a cruzar.

Sckaifer se quedó callado esperando más explicaciones.

-Para eso, primero tienes que agradarles a las libélulas. Al menos a las suficientes como para que te lleven del otro lado. El problema es cómo hacerlo. Algunos han intentado capturar varios insectos y darselos como muestra de su buena intención, pero solo ha funcionado con personas muy ligeras, pues conseguir muchos insectos para agradar a tantas libélulas no es tan sencillo ni rápido. - Hizo una breve pausa. - A menos que puedan volar o algo así. - Dio una risilla burlona.

-Oh... - comenzó Sckaifer. - Pues, gracias.

-No hay de qué, muchachos. Si pudiera ayudarles más, lo haría con gusto.

Aurinko susuró algo de preguntarle sobre su pesca pero Sckaifer comenzó a hablarles antes de que ella pudiera decir algo.

-¿Podrían hacer una de sus nubes como las de hace un buen rato, Aurinko y Wasser?

-Pero quiero darles de comer a las pobrecitas libélulas - espetó por fin Eld. Decidida a cambiar, o al menos a disimular, su estado de ánimo.

-¿Y cómo haríamos eso? - preguntó Aurinko.

Se quedaron pensando unos instantes hasta que Aurinko vio un banco de mosquitos cerca de la copa de uno de los árboles y se le ocurrió hacer un pequeño remolino de viento para atraparlos y dárselos a las libélulas. Pero se preguntaba si con eso sería suficiente para que cruzaran los tres (Wasser y Brann no presentaban un problema, pues iban en frasquitos con Sckaifer). Se alejó del muelle para que el viejito no la viera usando sus poderes y creo el remolino con los mosquitos.

A Sckaifer se le ocurrió una idea, pero no estaba seguro de si funcionaría o no. Se puso al borde del acantilado y tendió una mano sobre la pared de este, muy cerca de las flores. La tierra tembló muy ligeramente y las floreces abrieron aún más sus pétalos.

-¿Qué haces? - le preguntó Wasser.

-Intento acelerar la producción de polen... - respondió Sckaifer.

-¿Para q...? - pero se interrumpió a sí mismo en cuanto vio a varios enjambres de abejas salir de entre los árboles y dirigirse a las flores.

Aurinko hizo descender a los mosquitos que tenía atrapados en su remolinito para ofrecérselos a las libélulas junto con las abejas que había atraído Sckaifer. Fue un poco difícil porque el remolino también afecto un poco a las libélulas, así que unas cuantas se alejaron de ahí. Pero llegaron muchas más a disfrutar del banquete que les estaban sirviendo los viajeros.

Sckaifer se sentó un momento en la tierra para recuperarse del esfuerzo que acababa de hacer. Los demás también se sentaron a esperar que las libélulas acabaran de comer. Se preguntaban si eso sería suficiente.

Un par de minutos después, cuando las libélulas habían acabado con casi todos los mosquitos y abejas que les habían proporcionado, un buen montón de ellas se acercaron a los viajeros, quienes se pusieron de pie y observaron como algunas los rodeaban hasta que formaron una especie de cinto al rededor de sus cinturas y los levantaron un poco del suelo, solo lo justo para que una alfombra de más libélulas se posara debajo de ellos y los levantara para llevarlos del otro lado del mar de las libélulas.

Aurinko dio unos grititos de emoción (y un poco de miedo). Los demás no dijeron nada pero sí que estaban temerosos. Lentamente atravesaron el mar hasta llegar de nuevo a tierra firme, donde las libélulas los dejaron en el suelo con suavidad.

-Eso fue más fácil de lo que esperaba - comentó Eld sin el ánimo habitual.

Los demás asintieron y Brann les dijo que debían seguir hacia el suroeste hasta encontrar el sendero que los llevaría directo a Oftword. En el camino, Sckaifer fue caminando lentamente detrás de Eld y Aurinko. Wasser aprovecho la oportunidad para hablarle a Sckaifer en lo que se parecía a un susurro.

-Me impresiona que sigas sin hablarle después de tanto tiempo. Y me impresiona aún más porque volvió a su forma original y sabes que ya no puede volver a ser una pluma. - No obtuvo respuesta. - ¿Que no te dan más ganas de hablarle ahora que está así? - dijo esto último con un tono sugestivo que decía "si sabes a lo que me refiero..."

-Ahora no - comenzó a decir Sckaifer pero lo pensó dos veces -. Oh, esta bien. - Apretó el paso y alcanzo a Eld, poniéndose junto a ella. - Lo siento.

-Ya no importa - le respondió tajante, Eld.

-Claro que sí importa. La muerte importa.

Eld pareció crisparse ante esta palabra pero no dijo nada.

-Y perdón por gritarte en la cueva. Estaba alterado. Lo que hice me fue muy difícil, sobretodo por lo que implicó. No podemos perder a ninguno de los herederos, tenemos que encontrar esas llaves y sólo nosotros las podemos usar. Por eso no podía permitir que murieras. -

Wasser se quedó boquiabierto por el detalle que les acababa de revelar Sckaifer. Los demás hicieron lo mismo por la sorpresa de la noticia. La expresión en el rostro de Eld cambió súbitamente al escuchar tal declaración. Ahora tenía un semblante de reflexión y aceptación, sus músculos se fueron relajando.

-Descuida - dijo mientras miraba de nuevo hacia ninguna dirección en específico.

-Les explicaré mejor después de encontrar el cuerpo de Brann.

-¿Por qué después? - quiso saber Aurinko.

-Porque ya estamos llegando al pueblo y no quiero hablar de eso con tanta gente alrededor, ni cortar la historia a la mitad.

Nadie se había dado cuenta que ya se podían escuchar voces y carretas jaladas por caballos provenientes del pueblo.

Wasser se retorcía en su frasquito para llamar la atención de Sckaifer y preguntarle por qué decidió hacerlo ahora, además de no consultarlo con él. Pero en realidad no esperaba respuesta en ese momento, solo era que no se podía aguantar la duda.

Llegaron a la entrada del pueblo y Brann les dijo que sería mejor rodearlo hacia el oeste. En realidad, al lugar a donde él pensaba ir no estaba dentro del pueblo, sino en las afueras. Los condujo por un terreno pedregoso hasta que se convirtió en terroso. Los viajeros habían estado notando un ligero aumento en la temperatura del ambiente, pero no fue sino hasta ese momento en que el cambio fue lo suficientemente molesto como para comentarlo en voz alta.

Sin embargo, no era nada que no soportaran. Así que pronto siguieron su camino sin darle más importancia a ese asunto.

-¿Ven esa meseta de allá? - preguntó Brann. Los demás asintieron - Nos dirigimos a ella, a su cima.

La meseta, por suerte, no era muy alta y la escalaron sin problemas. En la cima encontraron una piedra del tamaño de un león promedio, parecía esculpida. Frente a ella había unas zarzas que Brann pidió que quitaran. Cuando hubieron terminado, un poco raspados y agotados, vieron que la piedra tenía un hueco en su parte inferior que formaba una cuevita chiquitita. Solo cabría una rata ahí, como comentó Aurinko. Pero se calló de inmediato al recordar que ahí podría estar el cuerpo de Brann y no queria que se ofendiera. Al instante, su cara cambió a asombro e intriga, ¿cómo iba a caber el cuerpo de alguien ahí?

-Espero que aquí esté - comentó Brann con mucho entusiasmo.

Todos se preguntaban cómo sería el cuerpo de Brann. Estaban impacientes por saberlo.

-¿Hay que escarbar o algo así, Brann? - preguntó Sckaier.

-Sí.

-De acuerdo. Este... ¿quieres que lo haga?

-¿Me harías el favor?

Sckaifer puso sus manos en el suelo y comenzó a excavar con una facilidad sorprendente. Se cuidaba de no hacerlo bruscamente ni muy rápido, pues no quería lastimar el cuerpo si lo encontraba.

-Mucho cuidado, por favor. Es más pequeño de lo que esperan.

Eso hizo que Sckaifer se detuviera un segundo y luego siguiera cavando más despacio. A los cinco minutos encontró algo. Algo muy duro. Era una cajita de piedra rectangular. Tenía grabadas unas figuras abstractas que recordaban al fuego. Todos se quedaron impresionados. En realidad era muchísimo más pequeño de lo que imaginaban. Esperaban algo del tamaño de una persona pequeña o mediana, pero esa cajita era minúscula.

-¡Sí! - exclamó Brann más entusiastamente que nunca. - ¡Lo encontramos!

Sckaifer puso su frasquito a un lado de él, sacó la caja de piedra que había encontrado y la puso junto a la flamita.

-Pero - Brann cambió su tono de voz - necesito energía para poder revivir el cuerpo. Mucha energía.

Aurinko se preguntó qué tanta energía podría necesitar para revivir un cuerpo tan chiquito pero no dijo nada.

-¿Y cómo la conseguirás? - preguntó Eld.

-La pregunta es ¿de dónde? o ¿de quién?

La última pregunta dejó a todos callados y con los ojos abiertos. Tendrían que absorber esa energía de alguien.

-No quiero sonar cruel, pero lo que se me ocurre es encontrar un animal pequeño - su tono de voz iba bajando conforme iba diciendo estas palabras. No estaba muy orgulloso de la manera en que iba a recuperar su cuerpo.

-¡¿Tienes que matar a una criaturita para recuperar tu cuerpo?! - bramó Eld.

-Lo siento, pero si la tomo de ustedes los puedo quemar muy seriamente. Incluso podrían perder alguna extremidad. O llegar a matarlos, y eso no me lo puedo permitir.

-¡Pero es muy cruel!

-No se me ocurre otra alternativa.

-¿Y si provocamos un rayo? - preguntó emocionada Aurinko, dirigiéndose a Wasser.

-Eso sería demasiado. Quemaría el cuerpo.

-¿No la puedes tomar de un árbol? - preguntó Sckaifer.

-Podría ser... - pero no debemos llamar mucho la atención.

-Puedes ir al otro lado de la meseta para ella nos cubra y así poder quemar el árbol.

-Esta bien. Intentémoslo.

Descendieron la meseta por el lado opuesto al pueblo y buscaron un árbol mediano que no sobrepasara la meseta. Sabían que en cuanto el árbol ardiera llamaría la atención y se tendrían que apresurar para terminar lo que iban a hacer e irse. Una vez elegido el árbol Sckaifer abrió la cajita de piedra y por fin vieron el cuerpo de Brann. Era una salamandra roja. A Eld y a Sckaifer les pareció bonita. A Wasser no tanto...

Brann se apresuró a combustionar el árbol y pasarle la energía a su cuerpo para volver a él. El lugar se sintió demasiado bochornoso, primero una gran llamarada del tamaño de un árbol y luego el fuego se traslado a la cajita de piedra. Wasser se encargó de apagar completamente el árbol, pero les preocupaba el humo que les avisaba a los aldeanos que había un incendio.

Pero en ese momento todos estaban atentos al cuerpo en llamas de Brann, que no parecía calcinarse, sino al contrario, tomaba un color más vivo. El fuego cedió después de unos segundos y solo quedaba el cuerpo radiante de Brann. No había ni rastro de aquella flamita. Todos estaban viéndolo con los ojos muy abiertos cuando sucedió, una patita se movió.

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